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Introducir elementos de agua en el jardín a modo de albercas, piscinas, fuentes, estanques, pilones… hará que gane muchos enteros en cuanto a su diseño. En Andalucía monumentos emblemáticos como el patio de los Leones en la Alhambra (Granada) o la fuente de Mercurio de Medina Azahara (Córdoba) nos recuerdan el amor por el agua de la civilización árabe, posteriormente no ha dejado de fascinarnos este líquido.

Su finalidad estética en el jardín

Las láminas de agua, tal y como sucede asimismo con el fuego, son poderosamente atractivas y cautivadoras. Generan puntos focales muy interesantes y, además, en múltiples ocasiones reflejan su alrededor, es decir, actúan de espejo. En otros constituyen el punto de fuga, ese punto al que se va la vista en la lejanía. En todo caso, la suma del agua en sí, más el continente: pilones, fuentes de piedra, orillas naturalizadas… son verdaderos reclamos estéticos que siempre mejoran el jardín.

“Una lámina de agua, por pequeña que sea, tiene utilidad ecológica. Desde un pequeño bebedero de aves hasta un gran estanque, todas tienen su utilidad. Naturalmente es a partir de un cierto tamaño cuando sus efectos se magnifican, pero hay que entenderla dentro de su contexto. Un patio con una fuentecilla será mejor que sin ella, pero esa fuente en una gran finca será insuficiente”.

Además, cuando la lámina adquiere cierto tamaño contiene suficiente agua como para que sus efectos termorreguladores se dejen notar: calentándose menos que el suelo circundante de día, y manteniéndose estable por la noche. También sufrirá evaporación, con lo que la humedad ambiental subirá y contribuirá a un mayor confort en episodios de calor. Naturalmente estas superficies de agua sirven de sustento a comunidades biológicas, que según como planteemos la lámina se acostumbrarán a beber allí, como algunos pequeños mamíferos o aves, o incluso a vivir, como anfibios, peces…

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